martes, 22 de enero de 2013

El Mundo de Ben (Cont.)


2

                Ben llevaba recorrido al menos cinco kilómetros, no dejaba de pensar en el árbol monstruo que le había atacado y de la nada desapareció. Caminaba por inercia pues estaba metido de fondo en sus pensamientos; el árbol, aquel lugar extraño, que parecía siempre igual,  por más que caminara, no encontraba nada diferente. La desesperación empezó a apoderarse de él. Quería ir a su casa, ver a sus padres, y seguir viviendo como una persona normal, una vida próspera, casarse y tener hijos. De pronto sus pensamientos se cortaron por el torrente de lágrimas que brotaron de los ojos del joven, se tiró al suelo y puso el bolso junto a él. Y lloró por unos segundos hasta que se dio cuenta del bolso que tenía a su lado y el cual llevaba encima desde hace rato. No se acordaba del bolso, a poco lo acababa de notar. Pasó tanto tiempo inmerso en sus pensamientos que se olvidó totalmente de él.
                —¡El bolso! —Exclamó mientras lo ponía sobre sus piernas y lo revisaba. Dentro encontró una botella de agua, una tijera y un pequeño chip el cual trató de no tocar mucho, pues le pareció importante. Tomó la botella de agua y bebió un largo sorbo que se llevó la mitad del contenido de ésta. Volvió a revisar el bolso y encontró una nota de papel que decía en una letra muy extraña, algo que no entendía mucho, lo que sus ojos veían no eran más que garabatos para él. Giró el papel y vio que había allí escrito un número diez, un pie y la letra N. Esto lo entendía, fue boy scout en otro momento y entendió lo que trataba de decir el mensaje, diez pasos al norte. Pero ¿Hacia donde era el norte? Esto no era motivo de problema pues en sus tiempos de Boy Scout le enseñaron a encontrar el norte, sur, este y oeste sin necesidad de brújula.
                Como en esa extraña pradera no había ni una rama, Ben tomó la tijera, la enterró sobre la tierra y marcó con el dedo la dirección en la que se proyectaba la sombra de la tijera y se volvió a sentar a esperar.
                Pasados unos minutos miró la tijera y vio por donde iba la sombra proyectada por ésta. La sombra se había movido unos centímetros marcándole hacia dónde se encontraba el Este, y con esto supo hacia donde era el Norte. Lo marcó y sin más, retiró la tijera del suelo, la puso en el bolso y con el papel en la mano, mirando hacia el norte, empezó a contar mientras daba un paso tras otro. Uno…Dos…Tres…Cuatro…Cinco…Seis…Siete…Ocho…Nueve y Diez…
                Ben parpadeó al decir este último número y al abrir los ojos, le costó volverlos a cerrar. Se encontraba en shock, la pradera en la que estaba, ahora era un gran desierto, dio un giro de 360º y estaba claro; detrás, delante y a los lados de él no había más nada que grandes y largas dunas que parecían un gran mar de arena. ¿Dónde había quedado la pradera? No lo sabía, en un parpadeo todo a su alrededor cambió. Ben seguía en shock, no podía creer lo que había ocurrido
                —Oh Dios… —Fue lo único que pudo articular su boca en ese momento.

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