El Mundo de Ben (Cont.)
2
Ben
llevaba recorrido al menos cinco kilómetros, no dejaba de pensar en el árbol
monstruo que le había atacado y de la nada desapareció. Caminaba por inercia
pues estaba metido de fondo en sus pensamientos; el árbol, aquel lugar extraño,
que parecía siempre igual, por más que
caminara, no encontraba nada diferente. La desesperación empezó a apoderarse de
él. Quería ir a su casa, ver a sus padres, y seguir viviendo como una persona
normal, una vida próspera, casarse y tener hijos. De pronto sus pensamientos se
cortaron por el torrente de lágrimas que brotaron de los ojos del joven, se
tiró al suelo y puso el bolso junto a él. Y lloró por unos segundos hasta que
se dio cuenta del bolso que tenía a su lado y el cual llevaba encima desde hace
rato. No se acordaba del bolso, a poco lo acababa de notar. Pasó tanto tiempo
inmerso en sus pensamientos que se olvidó totalmente de él.
—¡El
bolso! —Exclamó mientras lo ponía sobre sus piernas y lo revisaba. Dentro
encontró una botella de agua, una tijera y un pequeño chip el cual trató de no
tocar mucho, pues le pareció importante. Tomó la botella de agua y bebió un
largo sorbo que se llevó la mitad del contenido de ésta. Volvió a revisar el
bolso y encontró una nota de papel que decía en una letra muy extraña, algo que
no entendía mucho, lo que sus ojos veían no eran más que garabatos para él.
Giró el papel y vio que había allí escrito un número diez, un pie y la letra N.
Esto lo entendía, fue boy scout en
otro momento y entendió lo que trataba de decir el mensaje, diez pasos al
norte. Pero ¿Hacia donde era el norte? Esto no era motivo de problema pues en
sus tiempos de Boy Scout le enseñaron
a encontrar el norte, sur, este y oeste sin necesidad de brújula.
Como
en esa extraña pradera no había ni una rama, Ben tomó la tijera, la enterró
sobre la tierra y marcó con el dedo la dirección en la que se proyectaba la
sombra de la tijera y se volvió a sentar a esperar.
Pasados
unos minutos miró la tijera y vio por donde iba la sombra proyectada por ésta.
La sombra se había movido unos centímetros marcándole hacia dónde se encontraba
el Este, y con esto supo hacia donde era el Norte. Lo marcó y sin más, retiró
la tijera del suelo, la puso en el bolso y con el papel en la mano, mirando
hacia el norte, empezó a contar mientras daba un paso tras otro. Uno…Dos…Tres…Cuatro…Cinco…Seis…Siete…Ocho…Nueve
y Diez…
Ben
parpadeó al decir este último número y al abrir los ojos, le costó volverlos a
cerrar. Se encontraba en shock, la pradera en la que estaba, ahora era un gran
desierto, dio un giro de 360º y estaba claro; detrás, delante y a los lados de
él no había más nada que grandes y largas dunas que parecían un gran mar de
arena. ¿Dónde había quedado la pradera? No lo sabía, en un parpadeo todo a su
alrededor cambió. Ben seguía en shock, no podía creer lo que había ocurrido
—Oh
Dios… —Fue lo único que pudo articular su boca en ese momento.
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