Durmiendo en el auto.
Ya iban cuatro
horas de viaje, y aún no habíamos llegado. Nunca he sido lo que se llamaría una
persona paciente, odio esperar,
especialmente en el auto. Eran como las diez de la noche, estaba muy
pendiente de la hora, siempre lo
estaba. Me encontraba un poco mareado,
siempre me mareo en el auto. Suspiro, mi
padre echa una mirada al retrovisor, y me sonríe, yo, al darme cuenta, le
devolví la sonrisa. ¡Qué ganas de orinar tenía! Pero tenía que esperar a la
próxima parada a quince minutos de donde nos encontrábamos.
La
estación de servicio se encontraba bastante vacía, me bajé del auto titubeando
un poco, fui a paso rápido al urinario, un dolor en mi vejiga, sentía como si
alguien me estuviera empujando desde dentro. Los urinarios estaban bastante
sucios, me acerqué a uno y me di cuenta de que… No podía orinar, las ganas de
orinar desaparecieron, qué extraño, hice todo mi esfuerzo mental por aunque sea
que saliera una gota, pero nada. Me devolví al auto, con la cara pálida,
pensando ¿Cuándo volveré a un baño?, ¿Quince minutos?, ¿Un hora?, ¿Tres horas?
No lo sé, pero las ganas de orinar habían desaparecido misteriosamente. Al
tocar el asiento del auto… ¿Qué es eso?,
¿Otra vez las ganas de orinar?, no, esto no puede estar pasando, ¿Qué
les diré a mis padres?, ¿Que me tengo que bajar otra vez porque no pude orinar?
No, qué pena, tendré que aguantarme.
—
¿Listo? — Preguntó mi madre.
—
Sí todo bien.
Ya tenía que
mentalizarme que a menos que me hiciera encima, no podía liberarme. ¿Liberarme
de qué? Por un momento las ganas de orinar desaparecieron. Qué sueño tengo… Cerré los ojos y caí dormido instantáneamente,
bueno, así me pareció. Con los ojos entre abiertos, eché una mirada a un lado,
al asiento en el que estaba mi hermano ¿Pero
quién es él? Al que estaba mirando no era mi hermano, el pánico vino a mi,
giré la cabeza hacia donde estaba mi mamá, sí… Estaba porque ¿Quién es él?, ¿Dónde está mi mamá? Lo
que veía era a un hombre gordo en el asiento. Mi respiración se aceleró, me
faltaba el aire, eché una mirada al asiento de mi papá, justo enfrente de mí, pero qué… ¿Quién es ese hombre? ¿Donde está
mi familia? Ya sentía que no podía más y estaba seguro de que no iba a
poder aguantar mucho, el aire se me iba, quería moverme, gritar, no podía hacer
nada. Volteé hacia mi derecha, donde debería estar mi hermano, con todas las
esperanzas de que ahí estuviera él, pero no, una silueta negra, una cara
desconocida me miró y se echó a reír, volví a caer dormido.
Seguía con
los ojos cerrados, pero estaba despierto, todo
fue un sueño, tranquilo, nada fue real. Abrí los ojos, rezando porque lo
que viera fuera mi familia. Eché una mirada al retrovisor, vi aquella sonrisa,
la misma que de mi padre, pero ¿Era la
sonrisa de mi padre? No, aquella no era la sonrisa de mi papá ya no podía
respirar, el aire era muy escaso. El asiento estaba caliente y húmedo, así que
así fue como desaparecieron las ganas de orinar. Volteé hacia el asiento de mi
hermano y seguía el mismo hombre desconocido. ¿Quién es esta gente? ¿A dónde me llevan? Me agité, tratando de
moverme y salir de ahí, pero estaba amarrado con unas sogas. Esto no está bien,
nada bien.
¿Todo había sido un sueño? No, nada de
eso era ni fue ni será un sueño, era la realidad, nunca estuve con mi familia,
ese no era el vehículo de mis padres y nada estaba bien. ¿Qué sería de la vida de mi familia? Me agité un poco más, con la esperanza de
poder lograr algo, pero mis esfuerzos no dieron fruto.
El hombre
gordo en el asiento de mi madre ¿Era el
asiento de mi madre? Volteó por el
ruido que hice con los forcejeos, me sonrió con la peor sonrisa que he visto en
mi vida y dijo:
—
Tranquilo, todo estará bien — Hubo una pausa. —
Sí claro, bien.
Todos en el
auto empezaron a reír, y de algo estaba seguro, nada estaba bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario