El mundo de Ben (Cont.)
6
Ben
se dio cuenta que aquel túnel sí estaba lejos cuando notó que llevaban al
menos diez kilómetros recorrido y aún no llegaban.
—¿Falta
mucho? —Preguntó Ben exhausto.
—No
tanto, tras esta pequeña montaña se encuentra una planicie donde están los
Hombres de la Guardia. Tenemos que pasar a través de ellos y detrás de éstos
está la entrada al túnel.
—¿Los
hombres de la Guardia? —Preguntó Ben confuso y curioso.
—Sí,
ya lo verás.
Bajaron
por la pequeña montaña en la que estaban deslizándose como si fuese un tobogán.
Llegaron a una larga y ancha planicie cubierta de nieve. Ben estaba mirando a
todos lados en busca de los Hombres de la Guardia.
—¿Dónde
están que no los veo? —Sus palabras se cortaron cuando la niebla se disipó y
los vio.
A
lo largo y ancho cientos de hombres de piedra todos iguales se hallaban en
filas y en columnas todos a la misma distancia de separación uno del otro.
Tenían aspecto asiático con ropas medievales como si fuesen a una guerra, y
ninguno se movía.
Ben
estaba fascinado con aquella imagen y a la vez temeroso, esos hombres producían
una especie de tensión en aquel lugar.
—Déjame
explicarte una cosa antes de atravesarlos —Dijo Andy agarrando la mano de Ben
quien estaba a punto de tocar a uno de los hombres—, primera regla, ni se te
ocurra tocarlos, un mínimo roce y estaremos perdidos. Y la segunda regla una de
las más importantes, no los mires a los ojos.
—Okey
tranquilo haré mi mayor esfuerzo. —Respondió Ben entusiasmado y asustado a la
vez.
Ambos
se adentraron entre aquellos hombres de piedra, Ben detrás de Andy, dirigiendo
la mirada al suelo. Caminaban con paso lento y firme, cuidándose de no tropezar
y evitar el más mínimo roce. Ben sentía que todos esos hombres le estaban
mirando, sentía sus miradas penetrantes, tenía muchas ganas de alzar la vista y
verles las caras, pero se aguantó.
Estaban
ya a más de medio camino de entre los Hombres de la Guardia, cuando de pronto
Ben emitió un estornudo.
Los
dos abrieron los ojos como grandes platos simplemente esperando a que pasara
algo, pero todo seguía en la normalidad. No terminaron de dar otro paso cuando
todas las cabezas de aquellos hombres se dirigieron hacia Ben, mirándole
fijamente, Ben no los veía a la cara, pero sabía lo que estaba pasando.
—Oh
no... —Susurró Andy con tono preocupado.
Una
voz que parecía venir del cielo y a la vez de todos lados, gruesa y produciendo
eco habló:
—¿Quién
osa enfrentarse a los Hombres de la Guardia?
A
Ben le temblaban las piernas, ninguno de los dos se movía. De pronto los ojos
de todos los hombres de piedra se pusieron rojos como tomates, y encendidos
como dos bombillos navideños.
—¡CORRE!
—Exclamó Andy mientras empezaba a correr.
Ben
se quedó donde estaba, no sabía qué hacer, estaba tan petrificado como aquellos
hombres, pero ahora era al revés pues los hombres eran los que estaban
moviéndose hacia Ben, lo estaba acorralando. Volvió en sí, y empezó a correr, escabulléndose
entre aquellos hombres de piedra que de lejos se notaba que lo único que
querían era matarles.
Andy
se hallaba al pie de la Montaña Alta, una gran piedra puntiaguda que se
alzaba frente a Ben, era más alta que todas las otras montañas que había visto
en el camino —Por algo su nombre—.
Al
pie de la montaña estaba la puerta del túnel iluminada en aquella neblina por
dos antorchas las cuales no tenía idea de cómo estaban encendidas. Andy se
encontraba sosteniendo la puerta por dentro para cerrarla cuando Ben pasara,
había llegado primero pues le había sacado cierta distancia cuando empezó a
correr. Veía como los Hombres de la Guardia iban tras Ben, con sus ojos rojos y
llenos de odio artificial. Andy cruzaba los dedos mentalmente para que Ben
pudiese llegar y no lo agarrasen.
—¡Corre Ben, Corre! —Exclamó
Andy con todas sus energías— Ya te falta poco.
Con estas palabras Ben puso
todas sus fuerzas en sus piernas y corrió. Corrió como si no hubiese mañana.
Corrió por su vida y lo logró. Entró al túnel todavía corriendo, y exclamó a
Andy:
—¡Cierra rápido! —Antes de que
dijera eso ya Andy se encontraba cerrando las puertas lo más rápido posible.
Las grandes puertas de la
entrada del túnel se cerraron emitiendo un fuerte estrépito y provocando un leve
temblor que a poco sintieron. El túnel estaba totalmente oscuro.
—No se ve nada —Dijo Ben
preocupado, nunca le ha gustado la oscuridad—, ¿Cómo vamos a salir de aquí
ahora?
—Tranquilo, sólo camina.
—Respondió su amigo con tono esperanzador.
Empezaron a caminar en la
dirección a la que entraron, y de pronto dos antorchas, una a cada lado de la
pared se encendieron solas. Ben miró aquello sorprendido.
Siguieron y mientras más
caminaban más antorchas se encendían iluminando así una pequeña parte del
camino hasta que se prendieran las siguientes antorchas. Era una especie de
circuito, como las que tienen en los pasillos de los hoteles pero esta vez con
antorchas que se encendían solas.
Llegaron al fondo del túnel, que
se hallaba cerrado por otras dos puertas iguales a las de la entrada. Andy posó
la mano sobre una de las puertas, estaba a punto de abrirla cuando Ben lo
interrumpió:
—Espera —Se quedó pensando un
momento lo que iba a decir—, ¿Tu no vas a volver a tu casa, a aquella cueva
donde me mantuviste?
—¿Cómo esperas que vuelva con todos
aquellos hombres esperándome allá atrás? —Andy emitió un suspiro— Además me
caes bien amiguito y sé que yo a ti, aquí siempre he estado solo, sin compañía.
Cuando despertaste alegraste mi vida en este mundo, realmente no quiero volver a estar solo.
—Pues bueno que empiece la aventura.
—Dijo Ben sonriendo.
—Hace rato que empezó.
Cada uno puso una mano en una
puerta y abrieron ambas a la vez.
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