miércoles, 23 de enero de 2013


El mundo de Ben (Cont.)


3


                El calor en aquel desierto era insoportable, y de momentos se cruzaban con Ben fuertes ráfagas de viento que le obligaban a sujetar con fuerza el bolso para que no saliera volando.
                Caminaba y caminaba, y aquel desierto, tal como la pradera parecían interminables. Ahora extrañaba aquella fresca pradera, que ahora parecía un paraíso para él comparado con donde estaba.
                Se sentó en una de esas miles de dunas y sacó la botella de agua del bolso. La botella estaba vacía, a poco le quedaba una pequeña gota que se desvaneció al tocar su lengua. Se había tomado toda el agua sin darse cuenta. Y la desesperación comenzó sobre la mente de Ben. ¿De donde iba a sacar agua, o comida de aquel desierto infinito? Estaba hambriento, no recordaba cuando fue la última vez que comió algo.
                Siguió caminando, pensando en todo tipo de cosas, ya se había olvidado del árbol asesino. Ben estaba desesperado, no sabía hacia donde caminar pues todo el paisaje era igual hacia todos lados, no había ni un cactus,  estaba en busca de algún tipo de oasis. En aquel desierto no pasaba ni una hormiga, estaba cruzando los dedos para cruzarse con una serpiente y poder comérsela.
                Por un momento bajó la mirada y vio una dona con chocolate junto a sus pies. Los ojos del muchacho se iluminaron, había conseguido algo de comer. Se agachó para recogerla y la tomó. Ahora en sus manos, la llevaba directo a su boca, sentía el olor de aquel chocolate, cuando de pronto, la dona se desvaneció sobre sus dedos, lo que por un momento fue una sabrosa dona que ni pudo probar, pasó a ser en unos segundos un poco más de arena para aquel desierto.
                Estaba alucinando, lo tenía claro ahora. Necesitaba comer algo de verdad, comida, tomar un montón de agua. Tenía la boca seca, su estómago emitía sonidos de como si tuviera un pequeño monstruo dentro de él. Siguió caminando sin esperanzas, ahora sólo esperando el momento de morir. Empezaba a ver cosas de momento, personas, animales, y otras cosas que desaparecían cuando parpadeaba. Veía todo en cámara lenta. No sabía cuanto tiempo llevaba ya caminando, estaba cansado, sediento y hambriento.
                Su cuerpo no pudo más y si tiró al suelo, y se acostó. No llegó a dormirse, cuando empezó a escuchar voces de personas. Estaré alucinando pensó, pero algo le decía que tenía que levantar la cabeza y mirar. Con las últimas fuerzas que tenía, levantó la vista y a unos metros de él se alzaba una especie de restaurante  por su nariz pasaba el olor de la comida, veía como las personas entraban allí.
                —Parece real—Dijo mientras se ponía de pie, y empezaba a caminar hacia aquel lugar imaginándose un plato de carne con puré de papas, y un gran vaso de jugo de naranja.
                Se hallaba ahora acercando su mano hacia la puerta de aquel lugar. Cruzando los dedos y rezando para que no fuese otra alucinación. Se decidió y empujó la puerta. Esta no se desvaneció, ni desapareció, pues no era una alucinación.

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