lunes, 30 de noviembre de 2015

«Sentimiento Vacío»


Sentimiento Vacío

            Cada noche, alrededor de las dos o tres de la mañana, las ganas de orinar aparecen, tan incómodas e incontenibles que lo único que puedo hacer es pararme —lo quiera o no—e ir al baño. Vuelvo a la cama, y apenas acostarme y cerrar los ojos, me doy cuenta que lo que me ha interrumpido el sueño no ha sido una necesidad fisiológica sino algo que va más allá: el «Sentimiento Vacío». Lo llamamos Sentimiento Vacío porque necesitamos ponerle un nombre, como a todo, y éste me ha parecido el más acertado (quitando la posibilidad, de que quizá, ponerle un título tampoco alcance a definirlo del todo).
            Allí estoy, dando vueltas de un lado a otro, intentando reconciliarme con el sueño sin lograr mayor resultado. Las sábanas se hacen incómodas y el colchón pesado, como si fuera él quien me aplasta y no yo a él. La cabeza me da vueltas, como si estuviera bajo los efectos del alcohol o algún potente medicamento. Pero no es nada de eso, ni lo uno ni lo otro; es el Sentimiento Vacío. Cuando por fin logro —tras una hora o quizá más— caer nuevamente en las garras del sueño, despierto luego sintiéndome un poco mejor, pero sabiendo que el Sentimiento Vacío sigue allí, casi palpable. ¿Por qué? Por la mente. La mente te puede jugar malas pasadas; creemos que tenemos la capacidad de controlarla, pero al final, ésta siempre gana. ¿Alguna vez te ha venido de súbito algún mal pensamiento, o algo en lo que no te gustaría estar pensando? Sí, estoy seguro que sí, a todos nos ha pasado. Y cuando intentas deshacerte de ese pensamiento, desecharlo, ¿se te hace imposible? Claro, aún no conozco a alguien que pueda borrar un pensamiento tan fácil como una marca de lápiz en un cuaderno. Llega el punto, más bien, que mientras más intentas dejar de pensar en ello, más vivo se hace el pensamiento.
Pues más o menos así funciona el Sentimiento Vacío. Pero no hay malos pensamientos, cuestiones incómodas o pecados de los que sentirse culpable; eres tú el protagonista frente a un contrincante que se hace llamar: «Futuro».
            El futuro, todos conocemos esa palabra. De pequeños nos imaginábamos autos voladores, robots inteligentes que nos llevaran el desayuno a la cama y todo un sinfín de cosas metálicas y repletas de luces al oír la palabra «futuro». Pero es solo hasta que creces, que te das cuenta que el significado que tenías de futuro da un vuelco tan radical que puede llegar a dar miedo. No lo puedes permitir, te dices a ti mismo que tienes todo bajo control; es mentira, nunca tenemos realmente todo aferrado, todo seguro, todo trazado. ¿Alguna vez te has detenido a pensar que quizá lo que estudias no te gusta? ¿Que no te sientes bien en tu trabajo? ¿Te has puesto a pensar que a lo mejor disfrutarás más otras cosas que lo que haces ahora? ¿Has pensado que quizá no te verías la vida entera haciendo lo mismo? Déjame decirte que no eres el único, y sí, estoy seguro que al igual que yo, lo has pensado. Es entonces cuando aparece el Sentimiento Vacío. Estás haciendo algo: tienes tus planes, estudias, trabajas, o lo que sea que hagas. Quizá no te vaya mal en lo que haces, e incluso lo disfrutes, pero va llegar un día en el que te darás cuenta que, puedes dar mucho más. Sí, claro que sí, eres capaz de lograr mejores cosas, superarte, alcanzar otras metas, luchar por otros sueños por disparatados que parezcan. Pero, ¿cómo lograrlos? ¿Por dónde empezar? ¡Vaya locura! El Sentimiento Vacío se hace casi palpable, presente en cada recodo de tu cuerpo, pero estirando sus raíces en su lugar preferido: la mente.
            Llegará el momento en el que no podrás dejar de pensar en tu futuro, en el que la estabilidad que quieres conseguir se vislumbra borrosa a través de cada obstáculo que distancia tus sueños. Te sientes atrapado en una cúpula que corta de lleno tus posibilidades, tus capacidades de salir adelante. Quieres luchar, cortar aquellas ramas que te mantienen en el mismo sitio, pero es difícil, muy difícil. No he visto a la primera persona que haya logrado lo que quiere sin haberse esforzado o luchado por ello. Entonces, ¿qué nos mantiene vivos? ¿Qué nos mantiene con ganas de seguir intentándolo aun sabiendo lo difícil que será? El éxito. El éxito de hacer lo que siempre quisiste, el éxito de ser feliz, el éxito de decir «éste es el futuro que quiero y no lo pienso cambiar por nada». Algún día, encontrarás algo que disfrutes tanto hacer, que todo lo demás parecerá aburrido o simplemente una sandez.
            No esperes que las cosas lleguen a ti caídas del cielo; lucha por ellas, inténtalo. No tengas miedo a decir «no» a las cosas que no te parecen, lo que no te gusta y a lo que no estás de acuerdo, así tengas que contradecir hasta a los más cercanos a ti. Lo más difícil será, enfrentarse al Sentimiento Vacío, y antes de darte cuenta, lo habrás logrado: te habrás deshecho de él. Muchas veces escuchamos a personas decirse unas a otras: «No te desearía que te de X enfermedad, es lo peor». Dejando de lado cualquier enfermedad o molestia por grave que sea —Dios nos libre de cualquier mal que tenga intenciones de entorpecer nuestro proceso de crecimiento y autosuperación—, si hay algo que nunca le desearía nadie, es la sensación de no saber qué hacer con tu vida. Es terrible, casi como cualquier virus que busca tumbarte hasta que, si lo permites, te deja tirado por completo.
            Si hay una palabra que disfruto ver bien sea escrita o demostrada en las acciones de las personas es «intentar». Inténtalo, cambia la rutina; prueba nuevas cosas, busca otras opciones, opciones que supongan tu bienestar. No te conformes con lo que haces, y más que nada, aprende a decirte a ti mismo y al mundo: «No, esto no es lo que quiero para mí». Y cambia. Más importante que nada, sé consiente que el cambio, si es lo que quieres, siempre será para bien.
            

No hay comentarios:

Publicar un comentario