martes, 22 de enero de 2013

El Mundo De Ben


 El mundo de Ben



1
Ben se encontraba en la negrura del sueño a punto de despertar, sentía como si hubiese dormido veinte años, “me habré quedado dormido” pensó.
                —Será mejor que me levante de una vez por todas—Dijo mientras se restregaba los ojos. —Aún tengo mucha tarea que terminar…
                Sus palabras se cortaron al darse cuenta de que no se encontraba en su cama. La confusión y el pánico de cómo había llegado ahí se apoderaron de él. En su rango de visión, se encontraba una extensa pradera que parecía de película, no había ni un solo árbol, excepto por el que tenía detrás de él, en el cual al parecer se había quedado dormido.
                —Todo esto es solo un sueño, yo sigo dormido, nada de esto puede ser real.
                Ben tenía conocimientos sobre los sueños lúcidos, pensaba que tan solo era uno de estos, se dice que para confirmar si se está en uno hay que pellizcarse y darse cuenta que no sentía dolor. Se pellizcó el brazo izquierdo. No sintió nada.
                Estaba claro, todo eso era real. Su mente se sumió en un gran barril de confusión. Se levantó del césped y respiró profundo, sentía por su nariz ese olor característico. Tenía que buscar una forma de salir de ahí y volver a su hogar.
                Dio un giro de ciento ochenta grados admirando la, al parecer infinita pradera que le rodeaba, y posó su mirada sobre el árbol detrás de él. Era enorme, tendría al menos cien años, con un tronco oscuro y grueso, la parte alta del árbol producía una gran sombra sobre él, con largas ramas y hojas más verdes de lo normal. Ben se quedó por lo menos un cuarto de hora admirando aquel árbol de largas ramas.
                Sintió una corriente de aire que pasaba entre sus cabellos castaños que le hizo voltear de golpe, a unos pocos metros de él se hallaba un bolso en el suelo, se veía lleno así que se acercó a él. No había abierto siquiera el bolso cuando uno de los sonidos más extraños jamás escuchados en su vida resonó tras él.  Al darse la vuelta, vio el árbol allí como siempre, pero solo que ya no era el mismo árbol de grandes hojas verdes, sino el árbol de grandes hojas violetas, el árbol cambió el color de sus hojas tan de repente que por un momento pensó que éste siempre tuvo las hojas así. Pero estas hojas no se quedaron así, pues de pronto se secaron todas y cayeron una tras una en un momento, como si todas las estaciones del año hubiesen pasado por el árbol en menos de cinco minutos.
                Y cuando pensó que la confusión no podía ser mayor, una gran boca y ojos se formaron en el tronco, era una cara mala, Ben lo notaba, cualquiera que lo hubiese visto lo hubiera notado, cualquiera hubiese notado que ese árbol lo quería matar. El árbol de las grandes hojas verdes —Ahora sin hojas— estiró sus ramas más largas como si fuesen grandes brazos buscando atraparlo.
                El árbol, que parecía hacerse más grande y feroz cada vez, emitió un terrible rugido, más fuerte que el de cualquier león en el mundo. Las piernas le empezaron a fallar, empezó a retroceder paso a paso sin dejar de mirar el árbol —Si así se le puede llamar— que cada segundo que pasaba se encontraba más cerca del joven. De pronto tropezó y cayó de espaldas sobre el bolso que no pudo revisar. Se quedó pensativo por un momento mirando el bolso y cuando volvió la vista hacia el árbol monstruo, ya lo tenía casi sobre él.
                No pensó mucho, tomó el bolso y salió corriendo. Puso el bolso sobre su espalda y corrió, corrió por su vida, pues estaba siendo perseguido por una especie de árbol asesino que cambia cada segundo. Escuchaba los rugidos de desesperación de la bestia tras de él, sentía que en cualquier momento sentiría una rama fría por sus cuerpo y de pronto, simplemente sería devorado por el árbol.
                Ya se estaba cansando, iba corriendo con sus últimas energías, corría con la esperanza de encontrar, un lugar para refugiarse pero al parecer esa pradera era interminable. Sus piernas no pudieron más, y cayó al suelo fatigado, cerró sus ojos y solo esperó el momento de morir. Una gran rama lo tomó por el tronco, el miedo y el pánico eran tan grandes que tenía ganas de gritar pero no podía, no podía hacer nada, solo esperar el momento de sentir el dolor de la muerte. El monstruo produjo un fuerte rugido que resonó sobre su oído dejándolo con un zumbido insoportable.
                De pronto el silencio se apoderó de sus oídos, sabía que el monstruo árbol ya no estaba allí. Estoy muerto pensó, pero al abrir los ojos se dio cuenta que se hallaba solo en la inmensidad de esa interminable pradera. El árbol había desaparecido y Ben seguía vivo.

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