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Ben se encontraba en la negrura
del sueño a punto de despertar, sentía como si hubiese dormido veinte años, “me
habré quedado dormido” pensó.
—Será
mejor que me levante de una vez por todas—Dijo mientras se restregaba los ojos.
—Aún tengo mucha tarea que terminar…
Sus
palabras se cortaron al darse cuenta de que no se encontraba en su cama. La
confusión y el pánico de cómo había llegado ahí se apoderaron de él. En su
rango de visión, se encontraba una extensa pradera que parecía de película, no
había ni un solo árbol, excepto por el que tenía detrás de él, en el cual al
parecer se había quedado dormido.
—Todo
esto es solo un sueño, yo sigo dormido, nada de esto puede ser real.
Ben
tenía conocimientos sobre los sueños lúcidos, pensaba que tan solo era uno de
estos, se dice que para confirmar si se está en uno hay que pellizcarse y darse
cuenta que no sentía dolor. Se pellizcó el brazo izquierdo. No sintió nada.
Estaba
claro, todo eso era real. Su mente se sumió en un gran barril de confusión. Se
levantó del césped y respiró profundo, sentía por su nariz ese olor
característico. Tenía que buscar una forma de salir de ahí y volver a su hogar.
Dio
un giro de ciento ochenta grados admirando la, al parecer infinita pradera que
le rodeaba, y posó su mirada sobre el árbol detrás de él. Era enorme, tendría
al menos cien años, con un tronco oscuro y grueso, la parte alta del árbol
producía una gran sombra sobre él, con largas ramas y hojas más verdes de lo
normal. Ben se quedó por lo menos un cuarto de hora admirando aquel árbol de
largas ramas.
Sintió
una corriente de aire que pasaba entre sus cabellos castaños que le hizo
voltear de golpe, a unos pocos metros de él se hallaba un bolso en el suelo, se
veía lleno así que se acercó a él. No había abierto siquiera el bolso cuando
uno de los sonidos más extraños jamás escuchados en su vida resonó tras
él. Al darse la vuelta, vio el árbol
allí como siempre, pero solo que ya no era el mismo árbol de grandes hojas verdes,
sino el árbol de grandes hojas violetas, el árbol cambió el color de sus hojas
tan de repente que por un momento pensó que éste siempre tuvo las hojas así.
Pero estas hojas no se quedaron así, pues de pronto se secaron todas y cayeron
una tras una en un momento, como si todas las estaciones del año hubiesen
pasado por el árbol en menos de cinco minutos.
Y
cuando pensó que la confusión no podía ser mayor, una gran boca y ojos se
formaron en el tronco, era una cara mala, Ben lo notaba, cualquiera que lo
hubiese visto lo hubiera notado, cualquiera hubiese notado que ese árbol lo
quería matar. El árbol de las grandes hojas verdes —Ahora sin hojas— estiró sus
ramas más largas como si fuesen grandes brazos buscando atraparlo.
El
árbol, que parecía hacerse más grande y feroz cada vez, emitió un terrible
rugido, más fuerte que el de cualquier león en el mundo. Las piernas le
empezaron a fallar, empezó a retroceder paso a paso sin dejar de mirar el árbol
—Si así se le puede llamar— que cada segundo que pasaba se encontraba más cerca
del joven. De pronto tropezó y cayó de espaldas sobre el bolso que no pudo
revisar. Se quedó pensativo por un momento mirando el bolso y cuando volvió la
vista hacia el árbol monstruo, ya lo tenía casi sobre él.
No
pensó mucho, tomó el bolso y salió corriendo. Puso el bolso sobre su espalda y
corrió, corrió por su vida, pues estaba siendo perseguido por una especie de
árbol asesino que cambia cada segundo. Escuchaba los rugidos de desesperación
de la bestia tras de él, sentía que en cualquier momento sentiría una rama fría
por sus cuerpo y de pronto, simplemente sería devorado por el árbol.
Ya
se estaba cansando, iba corriendo con sus últimas energías, corría con la
esperanza de encontrar, un lugar para refugiarse pero al parecer esa pradera
era interminable. Sus piernas no pudieron más, y cayó al suelo fatigado, cerró
sus ojos y solo esperó el momento de morir. Una gran rama lo tomó por el
tronco, el miedo y el pánico eran tan grandes que tenía ganas de gritar pero no
podía, no podía hacer nada, solo esperar el momento de sentir el dolor de la
muerte. El monstruo produjo un fuerte rugido que resonó sobre su oído dejándolo
con un zumbido insoportable.
De
pronto el silencio se apoderó de sus oídos, sabía que el monstruo árbol ya no
estaba allí. Estoy muerto pensó, pero
al abrir los ojos se dio cuenta que se hallaba solo en la inmensidad de esa
interminable pradera. El árbol había desaparecido y Ben seguía vivo.
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